Trata de un pequeño
Hombrecito que está solo y espera. Espera la amistad de los demás, de sus vecinos a quienes
el amablemente saluda para iniciar
un diálogo que siempre es rechazado.
Triste
está, cuando un día se acerca a su puerta un perro al cual le arroja una galletita que éste devora con mucho apetito. A
esta galleta le sigue una y otra más que desaparecen rápidamente en la garganta del animal. Agradecido, lame la
cara del Hombrecito. Luego se
despiden.
Al día siguiente el hombre espera en la puerta al perro. Cuando
éste llega se repite el juego de las galletitas. El perro vuelve a
agradecerle al Hombrecito y parte nuevamente. El hombre es enormemente feliz.
¡Por fin tiene un amigo! Se dispone a dormir, cuando de pronto el perro está otra
vez allí con su valija
y la caja de cartón que le sirve de
cama, dispuesto a vivir con él. El Hombrecito lo invita con una opípara cena y le baila
una danza española para homenajearlo. Cuando ambos están con sueño, el
perro despliega su caja de cartón, pero el
Hombrecito le ofrece su propia cama. Lo
arropa y le canta una canción de cuna. El perro se duerme profundamente.
Así siguen los días llenos de felicidad y aventuras mientras pasan las
estaciones: invierno, primavera, verano y otoño.
Cuando de pronto aparece una niña que atrapa la atención del perro. Ambos se divierten al
encontrarse, lo que produce en el Hombrecito un sentimiento de abandono. Triste
decide dejar el lugar a la recién llegada. Vuelven los días tristes para
él.
Mientras el perro, por su parte,
también supone que
lo han abandonado, y llora la pérdida del amigo. Pero el Hombrecito decide
buscarlo y es enorme la alegría cuando ambos se reencuentran. El Hombrecito
también descubre que hay lugar en su corazón para la amistad con la niña y los tres juntos
se abrazan en el pequeño
umbral de la casa que ahora desborda de felicidad, la misma que también inunda al público y a todo el universo.
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